Despierto perdido, poseído por las
ansias de luchar, de escapar de este lugar. Me atan cuerdas que me
convierten en una marioneta, y juegan con migo, pensando que estoy
hecho de plástico.
Mi corazón soportando el duro baile
que crean los movimientos de mi cuerpo, mientras que el risueño
titiritero me maneja riendo.
No puedo evitar derramar mis lagrimas,
a los que los niños en el anfiteatro sorprendidos, se quedan por un
instante paralizados. Mirando fijamente aquel que movía rítmicamente
mis movimientos.
El tan solo les explicaba que lloraba
de emoción.
Intentando contener mi cuerpo, evitando
que moviera una extremidad mas. Pero al final resulto ser en vano,
pues mis movimientos continuaron como si se tratara del tétanos,
convulsiones, hiriéndome.
Termina el espectáculo, el titiritero
me sujeta con su enorme mano, me guarda en una oscura caja, tan solo
cierro los ojos, en el vació inmenso de una oscuridad eterna, en el
claustrofobico lugar que crea mis miedos internos, con lagrimas en
los ojos y un eterno suspiro, intentando conciliar el sueño,
intentando adelantar el tiempo.
El insomnio se hace eco, pero me lo
pienso dos veces, es la única forma de escapar, cuando nadie te
puede controlar.
Con desesperación muerdo las cuerdas
que me aferran a convertirme en una dulce burla, en un títere.
Haciéndome sangrar el labio, siento un
dulce sabor a libertad, el extraño dolor paso desapercibido, ya que
la euforia era lo que ahora ocupaba mi mente.
Esperando a que se hiciera de día, a
que alguien curioso consultara el interior de la caja, el intentar
salir victorioso, y correr por mis propios medios, sentir el sabor a
libertad que tan lejano e sentido.
Un dulce niño, con una sonrisa
juguetona, abre la caja con fuerte entusiasmo, como loco me dispuse a
salir corriendo.
Mi intento fue en vano, pues mi cuerpo
perdió toda su fuerza al aliviarme de las cuerdas que me ataban, caí
sin cuidado en el duro suelo, rompiéndome mis huesos, aunque
sintiendo un dolor mas grande, la perdida de la ilusión.
Se aproxima mi pesadilla, la veo a lo
lejano acercándose desde la puerta, me recoge del suelo y me lleva a
un extraño quirofano, donde mis inmóviles amigos se quedan mirando
al suelo, haciéndome preguntarme que es lo que veían tan fascinante
en algo que siempre habían conocido.
Las cuerdas se volvieron a unir en mi
cuerpo, recuperando la fuerza, pero volviendo a ser manipulado.
Al menos ya no me encerraban en la
oscura caja, tan solo tenia que soportar al día 1 dura hora siendo
controlado, y a continuación estar encerrado con mis hermanos, mis
compañeros, con 4 cuerdas atadas, y una cruz que me manipulaba.
Quizás fuera aquel titiritero aquello
que las personas llaman dios, aquel que decide cual es nuestro camino
y el sufrimiento que debemos llevar, pero al intentar apartar la
cruz, caemos en una oscura realidad que nos paraliza, dejándonos
inmóviles y sin fuerzas, asustados.
Quizás sea lo mejor, dejarse
controlar, convertirse en una sonrisa en aquellos que abundan de
inocencia, y ocultar nuestro dolor, nuestro sufrimiento. Ya que
acumulamos sus preocupaciones.
Que mas da el camino que opte nuestro
destino, si por duro que sea, podemos hacer feliz a aquellos que mas
lo necesitan.
Aquellos de los que nos olvidamos y
realmente están peor que nosotros. Aquellos que borramos, cegandonos, y despistamos que ellos continúan su lucha, con una peculiar
sonrisa, mientras que angustiosa-mente embocamos a una peculiar demencia,
que nos obliga a rescatarnos con pastillas.
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